2) Romance en Manhattan: un encuentro romántico en una taza de café

(4) Honestidad en un asador

Bajo la lámpara de araña de cristal del asador Wellington, los pendientes de Sofía brillaban con una luz delicada. ¿Sabes? «Cortó el hojaldre». La primera vez que vi tu foto de perfil, pensé que eras otro magnate de Wall Street que solo sabe tomar el sol en sus yates.
Jack abrió la carne parcialmente cocida y la sangre se filtró en el puré de zanahoria de la guarnición. «De hecho, todavía estoy pagando mis préstamos estudiantiles», dijo de repente. «Desde la universidad comunitaria hasta Columbia, tengo que trabajar en tres empleos cada semestre». «Ni siquiera la asistente Lisa conoce este secreto».
Sofía dejó el cuchillo y el tenedor y extendió la mano para agarrarle la muñeca. Sus manos eran cálidas y fuertes, con un ligero aroma a desinfectante durante todo el año. Mi abuelo dijo antes de morir que a un hombre de verdad no se le juzga por el precio de su traje, sino por si tiene barro en las uñas. Le rozó suavemente la palma de la mano con las yemas de los dedos, que aún tenía cicatrices de haber llevado barras de acero en aquel entonces.
Jack recordó de repente la foto del cielo estrellado que le envió Sofía a altas horas de la noche hacía tres meses. En ese momento, las luces de Manhattan al otro lado de la ventana eran deslumbrantes, pero sintió que esas luces de neón no se comparaban con la luz de las estrellas en sus ojos.

(5) Acuerdo sobre la noche lluviosa

Cuando salí del restaurante, la lluvia ya había parado. Sofía llevaba tacones de diez centímetros y se balanceaba sobre la carretera empapada. Jack, con naturalidad, le sujetó la cintura y olió la suave fragancia a rosas de su cabello.
¿Qué tal si vamos a mi casa? —Sofía se giró de repente, con su pelo rizado sobre su barbilla—. Tengo Häagen-Dazs en la nevera, y
«¿Y el video tutorial de salsa que mencionaste?», respondió Jack con una sonrisa. Vio el pulso detrás de su oreja y de repente se dio cuenta de que hacía mucho que no estaba tan cerca de una persona real, no de los píxeles de la pantalla.
Pasearon por Central Park, mientras Sofía tarareaba canciones de amor latinas clave. Al pasar junto al artista callejero, de repente lo giró y le hizo girar la falda formando un hermoso arco bajo la luz de la luna. Jack siguió el ritmo torpemente y oyó el rugiente latido de su corazón, aún más ensordecedor que el sonido de un martinete que había oído en una obra en construcción por aquel entonces.

(6) La colisión entre la realidad y los ideales

Jack estaba de pie en el centro de la sala de conferencias, con la fría luz del proyector reflejándose en su tensa mandíbula. «Señor Chen, el retorno de la inversión (ROI) de este proyecto de infraestructura del sudeste asiático es siete puntos porcentuales inferior al esperado», preguntaron los miembros de la junta con la precisión de un bisturí.
Las yemas de sus dedos acariciaron inconscientemente el bolsillo interior del traje, que contenía la medicina para el estómago que Sofía le había dado ayer. La caótica escena de la sala de urgencias de la noche anterior apareció de repente: Sofía, con un uniforme de enfermera arrugado, le hizo un gesto de victoria a la entrada de urgencias, y la placa de enfermera en su pecho le hizo temblar los ojos.
Nuestro modelo de evaluación de riesgos tiene en cuenta las fluctuaciones del tipo de cambio y los cambios de política», dijo Jack con voz dura y metálica al consultar el cuadro de datos, al igual que una sala de emergencias no renunciaría a un rescate solo porque la presión arterial de un paciente sea alta.
Después de la reunión, llamó a Sofía desde la escalera de incendios. El tictac del monitor provenía del receptor, mezclado con su risa contenida: «Las élites de Wall Street están empezando a usar metáforas médicas».
¿Podemos cenar juntos esta noche? —Jack sostuvo su teléfono y escuchó el eco de su corazón en la escalera vacía—. Quiero llevarte a Brooklyn.

(7) Luz de luna en Brooklyn

Se sentaron en las escaleras del puente de Brooklyn, con la cabeza de Sofía apoyada suavemente en el hombro de Jack. El horizonte lejano brillaba con frías luces de neón, mientras que el río bajo el puente reflejaba la suave luz de la luna.
Esta es la primera vez que traigo a una chica aquí. «Jack rompió el envoltorio del perrito caliente y le puso mostaza en sus gemelos hechos a medida». Solía ​​pensar eso cuando podía permitirme un apartamento en el Upper East Side.
De repente, Sofía se rió y le acarició la barbilla con las pestañas, diciendo: «¿Sabes qué? Mi abuela siempre dice que el amor es como un electrocardiograma de urgencias: es normal tener altibajos». Sacó su teléfono y sacó una foto amarillenta. «Esta es la ceremonia de boda de mis padres en un apartamento de alquiler bajo en el Bronx, y el vestido de novia lo hizo mi tía con cortinas».
Jack miró al joven y a la joven abrazados en la foto y de repente recordó el certificado de propiedad que había guardado en la caja fuerte del banco. Esos fríos documentos nunca se habían calentado con la brisa marina en la peluquería de Sofía en ese momento.

(8) Amanecer de las Urgencias

A las cuatro de la mañana, el teléfono de Jack temblaba violentamente sobre la mesita de noche. La voz de Sofía estaba llena de lágrimas: «Jack… te necesito».
Cuando entró corriendo a urgencias, la vio en cuclillas al final del pasillo, con manchas de sangre en su uniforme blanco de enfermera. «El vagabundo que nos trajeron hoy… me recuerda a mi abuelo». Se hundió en sus brazos, y sus ojos negros derramaron lágrimas negras sobre su camisa. «¿Por qué esta ciudad siempre hiere a la gente de buen corazón?».
Jack la abrazó por los hombros temblorosos y de repente recordó la mañana en que se incorporó al banco de inversión y fue humillado públicamente por su jefe. Le levantó suavemente la barbilla y dijo: «¿Recuerdas el cielo estrellado que mencionaste?». Señaló el cielo que se iluminaba gradualmente fuera de la ventana. «Siempre es más oscuro antes del amanecer».