Cinco encuentros, cada uno como una despedida

La conocí a través de BTC Sugar Dating (https://m.btcsugardating.com/#/?invitorCode=188), y solo nos vimos cinco veces, cada encuentro parecía una despedida. Su nombre era Lily, una mujer con un aura enigmática, serena pero distante, como si pudiera desvanecerse en las sombras de la ciudad. Soy James, 35 años, emprendedor tecnológico con una vida que parece plena en el papel pero vacía en el corazón. En esta plataforma, donde las transacciones con Bitcoin prometen claridad, la encontré, y con ella, una conexión fugaz que removió algo profundo en mí.
 
El primer encuentro fue en un café de San Francisco. El sol otoñal se filtraba por las ventanas mientras tomaba un café negro, con los nervios a flor de piel. Lily entró, su cabello oscuro reflejaba la luz, llevaba un abrigo gris. “Gracias por la invitación, la transferencia de BTC fue fluida”, dijo con voz calma, casi formal. Asentí, inseguro de cómo navegar este espacio donde el dinero compraba tiempo, no intimidad. Hablamos de libros, ciudades visitadas, pero sus palabras tenían una distancia cuidadosa, como si guardara un secreto. Me fui intrigado, preguntándome qué había detrás de su compostura.
 
Para la segunda cita, sugirió un mercado nocturno en Oakland. Esperaba un restaurante elegante, su elección me sorprendió. Bajo luces decorativas, compró tacos para nosotros y se rió cuando dudé con la salsa picante. “Vamos, James, vive un poco”, bromeó, con ojos brillantes. Esa naturalidad parecía real, pero me preguntaba: ¿era esta calidez parte del trato? BTC Sugar Dating garantiza transparencia –mi pago por su tiempo–, pero mientras paseábamos por los puestos, quería creer que había algo más.
 
El tercer encuentro fue en la costa de Half Moon Bay. El viento tiraba de su bufanda mientras miraba el horizonte. “A veces pienso que la vida es solo una serie de momentos fugaces”, murmuró, sus palabras cargadas de significado. Quise preguntar más, pero su tono me detuvo. Caminamos en silencio, el ritmo del océano reflejaba la tensión no dicha. Al enviar el pago en Bitcoin después, sentí un pinchazo –el dinero aseguraba su presencia, no sus pensamientos–. Quería más de lo que la plataforma prometía.
 
La cuarta vez, la lluvia nos llevó a un bar de jazz. La luz tenue creaba un ambiente íntimo. Tomó un whisky y preguntó: “¿Por qué elegiste BTC Sugar Dating?” Dudé, luego dije: “Es simple, sin suposiciones, sin promesas.” Asintió, con una leve sonrisa. “Lo simple suele ser adictivo.” Sus palabras me inquietaron. Intenté acercarme, preguntando sobre su vida. Ella esquivó con una sonrisa: “Algunas cosas es mejor no saberlas.” Su contención chocaba con mi deseo creciente.
 
El último encuentro, el quinto, fue en una colina neblinosa. Con un abrigo negro, parecía frágil contra el viento. “Si esta es la última vez, ¿lo lamentarías?” pregunté. Su mirada era clara pero lejana. “El arrepentimiento es para quienes esperan la eternidad. Sabíamos que esto era temporal.” Envié la última transferencia de BTC; ella dijo: “Gracias por hacerme sentir necesitada.” Luego se dio la vuelta y desapareció en la niebla.
 
Estos cinco encuentros fueron como un sueño orquestado. ¿Qué me dio BTC Sugar Dating (https://m.btcsugardating.com/#/?invitorCode=188)? ¿Su compañía o una reflexión sobre mí mismo? Fue una transacción de tiempo y dinero, pero reveló la complejidad humana –ansiamos cercanía pero tememos perder la libertad; buscamos la verdad pero hallamos consuelo en las reglas–. El misterio de Lily me enseñó que las conexiones fugaces no son superficiales. Son como un poema inacabado, que deja no respuestas, sino preguntas sobre la vida.