Es un magnate de las criptomonedas, pero solo quería ser necesitado

Yo era solo una persona común buscando compañía en la plataforma BTC Sugar Dating cuando me topé con él, un hombre al que llaman “magnate de las criptomonedas”. Su billetera estaba repleta de incontables Bitcoins, pero tras esa riqueza había un corazón solitario. En nuestra breve relación, vi más allá de su fortuna y entendí el profundo peso de “ser necesitado”.
 
Cuando coincidimos por primera vez en BTC Sugar Dating, estaba nerviosa. Su perfil era escueto, casi frío: unas pocas líneas, sin foto, solo una nota que decía: “Busco a alguien con quien hablar”. Pensé que sería otra transacción más: Bitcoin por tiempo, y luego cada uno por su lado. Pero al abrir su mensaje, una frase me atrapó: “¿Cómo ha sido tu día? En serio”. No era una charla superficial; había una sinceridad que pesaba.
 
Nuestra primera cita fue en un café discreto, elegido por él, como si quisiera escapar del bullicio. Llevaba una camisa sencilla, sin marcas de lujo, pero desprendía una calma segura. Al sentarnos, no pidió nada de inmediato. En cambio, me preguntó: “¿Cuál es un momento en el que sientes que alguien te necesita?” Me desconcertó. No esperaba una pregunta así. Balbuceé algo sobre compañía y escuchar, pero él me miró, como esperando una respuesta más profunda.
 
Ese día hablamos durante horas. Me habló de Bitcoin, no para presumir, sino para explicar cómo la blockchain le había dado la libertad de controlar su destino, no solo acumular riqueza. Dijo que BTC Sugar Dating no le atraía por alardear de su dinero, sino por la posibilidad de encontrar a alguien dispuesto a invertir tiempo en entenderlo. Me di cuenta de que no buscaba una compañía superficial, sino una conexión real, aunque fuera pasajera.
 
La segunda cita fue en una pequeña librería polvorienta, no en un lugar ostentoso. Me entregó una copia de El extranjero de Camus y dijo: “Este tipo se parece un poco a mí”. Abrí el libro y leí una línea sobre sentirse extraño en el mundo, y mi corazón dio un vuelco. Admitió que, a pesar de su riqueza, contactos y éxito, nadie lo veía de verdad. En BTC Sugar Dating, pagaba con Bitcoin no solo por mi tiempo, sino por la oportunidad de ser visto.
 
Nuestros encuentros siempre fueron simples pero profundos. Nunca cruzó los límites ni pidió más de lo que ofrecí. Antes de cada cita, enviaba un pago en Bitcoin a través de la plataforma, siempre la misma cantidad, transparente como un contrato. Cuando le pregunté por qué Bitcoin y no efectivo, sonrió: “El Bitcoin es descentralizado. Nadie interfiere, nadie rastrea. Me hace sentir libre, incluso aquí”. Entonces entendí el encanto de BTC Sugar Dating: la transparencia crea un espacio donde no hay que fingir.
 
En nuestra tercera cita, estábamos en un restaurante en la azotea, con la ciudad brillando bajo nosotros. Sus ojos reflejaban cansancio. Confesó que la riqueza le había costado mucho: la confianza de los amigos, la verdadera intimidad, incluso las charlas sencillas. “A veces me siento como una isla. El Bitcoin me hizo rico, pero también más solo”. En ese momento, entendí: no estaba aquí por una Sugar Baby, sino por alguien que le permitiera bajar la guardia, aunque solo fuera por una noche.
 
Empecé a esperar nuestros encuentros, no por los Bitcoins, sino por sus historias. Hablaba de sus sueños de juventud, de los altibajos del mundo cripto, de un amor que perdió. Su vulnerabilidad era como un poema susurrado, crudo y resonante. Yo también me abrí, contándole sobre mi vida, mis miedos, mi incertidumbre sobre el futuro. Él escuchaba, a veces asentía, a veces callaba, pero siempre me hacía sentir escuchada.
 
Nuestra última cita fue en un parque. Quería caminar, vestido más informal que nunca, como si hubiera dejado atrás su fachada de magnate. “Estas charlas”, dijo, “me recuerdan que sigo siendo humano, no solo una dirección de billetera”. Sonreí y le pregunté por qué eligió BTC Sugar Dating en lugar de citas tradicionales. “Las reglas son claras. Sin adivinar, sin promesas. Doy, y recibo un momento de verdad”.
 
Ese día, envió un último pago en Bitcoin y dijo que dejaría la plataforma para “atar algunos cabos sueltos” en su vida. No se despidió, solo me dio una palmada suave en el hombro y se fue. Al verlo desaparecer entre los árboles, pensé en nuestras charlas nocturnas, en su soledad detrás de la riqueza, y sentí un dolor agridulce.
 
De pie bajo la sombra de los árboles, abrí la app de BTC Sugar Dating y miré el registro de la transacción. No era solo un número: era su forma de honrar nuestro tiempo. Me di cuenta de que nuestro breve encuentro no fue una transacción, sino el roce de dos almas solitarias. Él quería ser necesitado, y tal vez, a través de él, aprendí a ofrecer una parte de mí en un mundo que a menudo se siente frío.
 
BTC Sugar Dating es un lugar donde compras tiempo con Bitcoin, pero a veces obtienes algo más: un destello de humanidad. No es perfecto, pero su sinceridad toca el alma.