Nunca imaginé encontrar a alguien como Diego en BTC Sugar Dating (https://m.btcsugardating.com/#/?invitorCode=188). Cincuenta y tantos, una foto de perfil de un paisaje urbano borroso, y una descripción breve: “Busco alguien con quien hablar.” Pensé que sería un trato rápido—tiempo por Bitcoin, sin complicaciones. Así funciona esta plataforma, ¿no? Pero Diego fue más que una transacción, y me hizo replantearme qué significa realmente “conectar”.
Nuestra primera cita fue en un restaurante italiano tranquilo, con luces tenues. Llevaba un traje impecable, pero sus ojos parecían cansados, como si cargara algo pesado. Con una copa de vino, preguntó: “¿Por qué estás aquí?” Me encogí de hombros: “Las cuentas no se pagan solas, ¿sabes?” Asintió, envió una transferencia de Bitcoin, rápida y limpia, como firmar un contrato. Pensé: Típico Sugar Daddy—generoso, pero distante. Pero había algo en él que no encajaba con el cliché.
La segunda vez, me llevó a una librería antigua, dijo que solía pasar horas allí de joven. Hablamos de libros—García Márquez, *Cien años de soledad*. Dijo que la soledad de los Buendía le resonaba. Bromeé: “¿Tú, solo? ¿Con todo tu éxito?” Sonrió con amargura: “Cuanta más gente te rodea, más sola te sientes.” Sus palabras me impactaron. No estaba pagando por mi tiempo; buscaba a alguien que lo escuchara.
La tercera cita fue en una noche lluviosa, en su club privado, un lugar silencioso, como de otro mundo. Empezó a hablar de su vida: un matrimonio fallido, hijos que apenas lo contactan, una carrera que lo consumió. Hablaba con calma, pero cada palabra era como abrir una herida. Intenté aligerar el ambiente: “Esto se lo puedes contar a cualquiera, ¿por qué yo?” Me miró fijamente: “Porque no finges compasión.” Esa noche, su transferencia de Bitcoin vino con un pequeño extra, “por escucharme”, dijo. Ya no era un trato—era confianza.
En la cuarta cita, parecía agotado, como si el mundo lo aplastara. Problemas en el trabajo, noches sin dormir. De repente preguntó: “Si lo pierdo todo, ¿seguirías viniendo?” Me quedé helada. “Estoy aquí porque respetas mi tiempo, no solo por el dinero,” respondí. Sonrió, una sonrisa sincera. Los registros de Bitcoin en la plataforma eran claros, pero nuestra conexión ya era más que números.
La última cita fue en una cafetería junto al mar, el atardecer lo teñía todo de dorado. Dijo: “No soy un Sugar Daddy. Solo estoy demasiado solo.” Esas palabras me atravesaron. No buscaba estatus ni placeres fugaces—solo quería que alguien viera más allá de su fachada. Ese día no envió una transferencia, dijo: “Hoy solo hablamos como amigos.” Asentí, pero mi corazón pesaba. Ambos sabíamos que era el final.
Tras dejar la plataforma, pienso en Diego a menudo. BTC Sugar Dating (https://m.btcsugardating.com/#/?invitorCode=188) no es solo un lugar para cambiar tiempo por dinero. Es un espejo que muestra lo que la gente realmente anhela. El dinero no compra amor, pero sí momentos de verdad. Diego me enseñó que incluso las vidas más ricas pueden sentirse vacías. Quizás la vida se trate de encontrar a alguien que te entienda, aunque sea por un instante.
Si te intriga este tipo de conexiones, echa un vistazo a BTC Sugar Dating. No es solo dinero—es humanidad.