(9) Manchas de café en la oficina
Sr. Chen, su traje… —Lisa estaba en la puerta de la oficina, mirando la marca de lápiz labial que Sofía había dejado en la camisa de Jack—. ¿Necesita que le ayude a contactar con la tintorería?
Jack bajó la mirada hacia las manchas de rubor en su pecho y de repente se echó a reír. Se desató la corbata y se metió el dobladillo de la camisa dentro del pantalón. «No hace falta, Lisa», dijo, cogiendo los estados financieros de la mesa. «La reunión de esta mañana se ha pospuesto media hora y voy a invitar a alguien a desayunar».
Cuando entró corriendo a urgencias con chocolate caliente y bagels, vio a Sofía bailando salsa para el paciente. Su uniforme de enfermera ondeaba al ritmo, como una bandera de la victoria. El anciano paciente se rió tanto que casi se le cae la dentadura postiza, y la curva de ritmo cardíaco en el monitor era tan alegre como un baile.
(10) Resonancia del alma
Bailaban salsa en el pequeño apartamento de Sofía, y los zapatos de cuero de Jack ensuciaron su alfombra persa. La luz de la luna se filtraba a través de las persianas, dibujando rayas plateadas en la espalda descubierta de Sofía.
¿Lo sabías? «De repente dejó de bailar y apretó la frente contra su camisa sudada». Solía pensar que el amor debería ser tan trascendental como en las películas.
¿Y ahora qué? —Jack le besó el sudor de las pestañas.
Ahora… —Sofía sonrió y recorrió con el dedo la cicatriz de su palma—. Creo que el amor es como una poción para el estómago a las tres de la mañana, como manchas de lápiz labial en una taza de café, como… —Caminó de puntillas y le susurró al oído—: Es la luz de la luna en el puente de Brooklyn y las manchas de café en Wall Street.
(11) La elección del destino
Tres meses después, Jack se encontraba en el control de seguridad del Aeropuerto Changi de Singapur. El billete de avión que tengo en la mano está tan caliente que siento que me va a quemar la palma. La empresa lo va a enviar al Sudeste Asiático para dirigir proyectos de infraestructura durante dos años.
Esta es una oportunidad única en la vida”, le dijo el director del departamento dándole una palmadita en el hombro, “y regresará el director ejecutivo”.
El teléfono vibró de repente; era un video enviado por Sofía. En la foto, está colgando estrellas en el árbol de Navidad, con harina en su suéter blanco: «¿Adivina qué estoy horneando?». Se giró y reveló su delantal cubierto de salsa de chocolate. «Tu pastel de lava favorito».
Jack miró las brillantes luces navideñas en las puntas de su cabello y de repente recordó la hermosa curva que dibujaba su falda en aquella noche lluviosa. Sacó la carta de renuncia del bolsillo de su traje y se dirigió al mostrador del director de turno.
(12) Dolores crecientes
Mamá, ¿por qué dijo la maestra Lisa que mis dibujos estaban muy desordenados? Emily, de seis años, levantó un papel pintado con lágrimas en los ojos. El dibujo muestra a Sofía con uniforme de enfermera y a Jack con casco de seguridad, con una niña torcida en medio.
Sofía se agachó para ayudar a su hija a secarse las lágrimas. Siete años de experiencia en urgencias la hacían aún más amable ante el llanto de los niños: «Porque la maestra Lisa nunca ha visto el cielo estrellado de verdad». Señaló el vórtice amarillo en la pintura y dijo: «Mira, este es el casco de seguridad de papá brillando en la obra, esta es la placa de enfermera de mamá cantando».
Jack asomó la cabeza por el estudio y vio la silueta de su esposa e hija en el atardecer. De repente, recordó cuando tenía seis años y sus compañeros se burlaban de él por no poder comprar crayones. Se acercó y cargó a Emily sobre su hombro, diciendo: «Mañana papá te llevará a comprar pintura fluorescente. ¿Ponemos este cuadro en el escritorio de Lisa?».