Cuando recibí su primer mensaje en BTC Sugar Dating, pensé: solo es un trabajo. Una noche fresca en Madrid, estaba en una cafetería en Malasaña, revisando la app. Su texto: “¿Libre el fin de semana? Un BTC por una cena.” Directo, sin rodeos. Eso me encanta de BTC Sugar Dating: reglas claras, nada de romances fingidos. Pero a veces, el corazón se mete donde no debe.
Se llamaba Carlos, cuarentón, de la industria tecnológica, con ojos cansados pero una sonrisa cálida. Quedamos en un bar íntimo en Lavapiés, luces suaves, jazz de fondo. Pidió un whisky, rió: “No suelo beber, pero hoy quiero relajarme.” Su voz me frenó. Esto no era solo un trato.
En psicología lo llaman “amor proyectivo”. Las Sugar Babies como yo tendemos a idealizar a los Sugar Daddies. Son mayores, exitosos, parece que te entienden de verdad, no como los chicos de las apps que solo saben soltar frases vacías. Carlos escuchaba mis historias, preguntaba por mis sueños, hasta recordaba que me flipan los batidos de fresa. Esa atención es como una droga. Empecé a pensar: ¿me querrá de verdad? ¿Podría ser algo más que un negocio?
Los psicólogos dicen que esto tiene que ver con la “proyección paterna”. Mi padre siempre estaba ocupado, apenas estaba para mí. Carlos, con su calma y cuidado, llenó ese hueco. Cada vez que enviaba un BTC con una nota como “Gracias por ser tú”, mi corazón latía más rápido. Soñaba con una historia de amor, aunque BTC Sugar Dating no es sitio para eso. La app es brutalmente honesta: blockchain, anonimato, seguridad – todo te recuerda que es un contrato, no amor.
Una noche, Carlos habló de su divorcio. Dijo que tenía miedo de volver a salir herido, por eso elegía estas relaciones “controladas”. Me dolió. Quería ser la excepción, la que derribara sus muros. Empecé a arreglarme más, a contarle cosas de mi vida, esperando que viera a la “verdadera” yo. En psicología, esto es “trabajo emocional” – no solo daba mi tiempo, sino mi corazón. ¿Y él? Pagaba puntual, pero nunca prometía más.
¿Por qué me enganché tanto? Quizás porque BTC Sugar Dating lo hace todo muy fácil. El Bitcoin, con su transparencia y seguridad, te hace sentir que controlas todo. Pero ¿los sentimientos? Esos no se controlan. Proyecté mi necesidad de amor en Carlos, tomé su amabilidad por algo más grande. Es la “compensación de identidad” – busqué mi valor en su aprobación, olvidando que ya valgo bastante.
La última vez, dijo que se mudaba a Dubái por trabajo. “Cuídate,” sonreí, aunque por dentro me rompía. Envió un último BTC con un simple “Gracias”. Miré la pantalla y lloré. BTC Sugar Dating me dio libertad financiera, pero también me mostró qué quiero de verdad: ser entendida.
Esta app es como un espejo – refleja tus deseos y tus grietas. El amor proyectivo puede ser una trampa, pero me enseñó algo: el amor verdadero empieza por amarte a ti misma. La próxima vez seré más cuidadosa. O no, y seguiré soñando con algo más grande que un Bitcoin.